En este país, tan lleno de miserias y
grandezas, llamado España, parecería que los sectores sociales, ideológicos y
políticos, se han ido fragmentando en sectores de odio y rencor, parecería que
las sombras de la historia española tornan a oscurecer nuestro horizonte y España
vuelve a ser, una vez más, la patria
predilecta de Caín.
A estas funestas conclusiones nos
lleva la apreciación del panorama nacional. Hacer hoy, por ejemplo, un recorrido por la redes
sociales internautas es adentrarse en una vorágine de frases manipuladas, cargadas de odio, de insultos y de rabia,
incluso contra los propios afines ideológicos. Ser testigos de este tiempo tan
lleno de intereses negativos para el bien común es un ejercicio de impotencia,
el triste privilegio de ser unos espectadores impasibles ante el deterioro
social y humano que nos tocó vivir. Parecería, digo, que vuelven los horizontes
tenebrosos de antaño a cubrir los paisajes del suelo patrio.
Cuando quiebra el dialogo, la generosidad,
la humildad, la búsqueda individual y colectiva de espacios de encuentro,
cuando se antepone el bien privado al bien social, cuando se usa la política
como droga de poder y enriquecimiento y no como herramienta de servicio
público, ya estamos empezando a sentar las bases para el enfrentamiento.
Parecería que en España hemos dejado
de tener una verdadera memoria histórica, aquella que nos llevó a una inhumana,
fratricida y sangrienta guerra civil. Los versos de Machado vuelven hoy, una
vez más, a cobrar actualidad: “Españolito que vienes/al mundo, te guarde
Dios/una de las dos Españas/ha de helarte el corazón”.
Parecería que hoy, en nuestro país,
solo hay libertad para el despropósito, para la aberración, para el insulto,
para la falta de respeto, sin embargo, la verdadera libertad, aquella que nace
de la exención del miedo, esta coartada por las ideologías, por los intereses
económicos y de partido, por los privilegios, por los enchufes, por los puestos
a dedo: ¿Quién se atreve a decir lo que piensa, si el amo piensa lo contrario? mejor
me callo, que así seguiré en mi puesto.
La historia nos viene demostrando constantemente
que las únicas vías para la consecución de la paz y el progreso son la
moderación, el dialogo y el entendimiento. Los extremismos radicales suelen ser el
germen de las guerras y los desencuentros.
Parece claro que estamos creando una
sociedad enferma que tiene su base en una educación nefasta, falta de valores,
compromisos y responsabilidades, en unos medios de comunicación sin escrúpulos, llevados
de la mano de intereses económicos y patriarcales, en lugar de estar al
servicio de la formación y de la verdad.
El sabio refranero de nuestra tierra
tiene siempre frases oportunas para cada momento. Una de ellas nos dice:
“siempre que ha llovido ha escampado”. Pues eso, ojala que cuanto antes pase
esta tormenta de odio y rencor y aparezca pronto ante los ojos de los
españolitos un cielo limpio y azul, donde todos podamos contemplar, con el
abrazo a punto, un horizonte claro, lleno de paz y de concordia.