miércoles, 16 de septiembre de 2015

TIERRA AGRADECIDA.

Después de un caluroso y largo verano, la lluvia presagia el otoño, el agua riega generosa los campos sedientos de mi tierra. Tierra seca extremeña, siempre mirando al cielo, abierta a la vida, tendida, como hembra en celo, para ser fecundada por una lluvia de esperanza. Tierra paciente, aguardando la puerta abierta del aire fresco y húmedo del otoño. 
¡Que bien suenan, tras el postigo de la mañana, las gotas de lluvia al caer sobre la corteza áspera de la dehesa, sobre los sedientos encinares! Olor, siempre nuevo, a tierra mojada. Sensaciones de una nueva estación, llena de vida. La Extremadura del otoño despierta de la siesta calurosa del verano, acariciada por el rumor fresco del agua. Brillan las encinas bajo la blanca luz de septiembre, y las calles del pueblo se hacen espejos de tejas y de cal, de puertas y ventanas. 
Día gris, pero lleno de asombros, de ilusiónes, de ánimos; como un nuevo paisaje que reviste los campos de gozo y vida. 
Es por ello que esta tierra extremeña, tierra de cerros y piedras, de jaras y retamas, de encinares y olvidos, de sueños y abandonos, de caminos cruzando ausencias y recuerdos, siempre pendiente y dependiente de soles y de lluvias, es tierra y pueblo unidos en una entrañable gratitud a los favores generosos de la naturaleza.

viernes, 11 de septiembre de 2015

EL LENGUAJE DE LAS CAMPANAS



En los pueblos extremeños, donde el aire tiene espacios amplios y los postigos se abren al azul del cielo; donde la torre, de piedra y cal, destaca sobre los tejados, como eterno centinela, testigo impasible de la historia; las campanas tenían su lenguaje especial; y ahora que en el campanario de  Pescueza, la modernidad pone al día el sonido antiguo del bronce por medio de instalación electrónica, me vienen a la memoria las formas diferentes de tocar, a fuerza de brazos, las campanas, según el motivo. Sonidos familiares que durante tantos años formaron parte del paisaje sonoro y cotidiano de nuestros  pueblos.  Aquellos  distintos toques, que tan bien conocían nuestros abuelos y que con el paso del tiempo, se han ido perdiendo.
Aquel tañer llamado del concejo, que  tenía como fin reunir a los vecinos del pueblo para la toma de decisiones, el reparto de pastos comunales o la ejecución de tareas para el bien común. Aquel toque a rebato cuando había un incendio, o el  de domingos y días de fiestas, volteando las campanas. El toque de difuntos, espacioso y triste; o a gloria, cuando fallecía un niño, con el esquilin. El toque a vísperas el día anterior a las fiestas mayores del pueblo, o aquel, interminable, de ánimas en la vigilia de difuntos, la noche de 1 al 2 de noviembre, ejecutado, pacientemente, por el sacristán de la Iglesia, el cual permanecía toda la noche en el campanario, haciendo sonar, sobre el silencio nocturno del pueblo, el lúgubre y constante eco de aquel lenguaje oscuro y solemne; o el silencio amargo de las campanas durante los tristes días de la Semana Santa, a la espera del toque a fiesta del Domingo de Gloria.
Recuerdo, siendo yo monaguillo,  las innumerables subidas-por su escalera larga y serpenteante-al campanario de mi pueblo para tocar a repique, llamando a los vecinos a misa, o a “doblarlas” en los entierros, o el esquilín desde la sacristía para llamar al rosario de la tarde.
Hoy, en Pescueza, desde la Plaza Mayor, se escucha la música de las campanas, con sones peculiares y diferentes, que le dan a su tañer, a través de actuales programas electrónicos, un aire nuevo de atractiva modernidad. Sin embargo (es obvio que la edad acentúa la nostalgia) dejadme ahora, por un momento, describir la melancolía del recuerdo, evocando aquella gozosa algarabía de los monaguillos subiendo al campanario para repicar, alegres, las campanas; o aquel olor a castañas asadas y migas mañaneras, que llegaba desde la torre en el amanecer del día de difuntos.
Todo ello, como tantas otras cosas, es parte entrañable de la historia de nuestros pueblos.
Ahora ya que las campanas van a sonar en Pescueza pulsando un botón desde la sacristía, sería bonito que estos modernos programas electrónicos recogiesen el estudio y la recuperación de aquel lenguaje antiguo del bronce popular que hace años se escuchó en nuestras queridas aldeas extremeñas.

martes, 1 de septiembre de 2015

IGLESIA Y PUEBLO.

Tradicionalmente, en Pescueza, en el día de Extremadura, siempre se ha celebrado la Eucaristía con los cantos de la Misa Extremeña. Parece ser que este año, no solo no se cantará la Misa Extremeña, sino que no habrá misa; la explicación es que no es un día de precepto y el sacerdote estará de vacaciones. El 8 de septiembre, ademas de ser el dia de la comunidad, es la festividad de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, motivos, creo, mas que suficientes, para que la Iglesia extremeña este cerca del pueblo extremeño. La misa extremeña fue creada y es cantada por el pueblo, con música tradicional, y con letra escrupulosamente adaptada a la liturgía. Si algunos responsable eclesiásticos persisten en cerrar puertas y ventanas al latido del pueblo, y permanecer en un tiempo caduco y en una mentalidad arcáica, las iglesias cada vez estarán mas vacias. Que tomen nota del Papa Francisco.