Como decía Don Sebastián en la
Verbena de la Paloma, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Si
adaptamos esta frase a la actualidad de este siglo veintiuno, tan esperanzador
como preocupante, es inevitable referirnos a los enormes avances del mundo tecnológico:
Informática, internet, redes sociales. Todos estos conceptos, en muy poco
tiempo, han sobredimensionado las relaciones humanas y han revolucionado el
comercio y la económica mundial.
Son indudables los avances producidos
con el uso de las nuevas tecnologías. Las redes sociales, en sus diferentes
exponentes, están condicionando las
interconexiones cotidianas entre las personas de todo el mundo. Las distancias
se anulan en la comunicación. Podríamos decir que los diálogos, al carecer de
la presencia corporal y de la cohibición ante la inmediatez física, se
humanizan, se sinceran... Es evidente que las nuevas tecnologías han producido
un enorme cambio mundial en todos los sentidos.
Sin embargo, todas estas herramientas
de relación social, se han puestos en nuestras manos sin unas reglas de uso,
sin un código ético de conducta, sin una clara y eficiente legislación
aplicable. Este es el caso, en concreto, de las redes sociales: Facebook, Wasap,
Twitter, etc.
No hay día que no se produzcan
menosprecios, insultos, descalificaciones gratuitas, injurias, calumnias o
faltas de respeto en las redes sociales, muchas de ellas amparadas en el
anonimato o en la permisividad temerosa de la administración ante la influencia
de estos medios en la opinión pública. En este, como en otros temas de
actualidad, parece que hay un miedo escénico a la aplicación de la ley, cuando
es de lógica que la ley debería estar hecha para ser aplicada con justicia
siempre que la evidencia de los hechos lo requiera
La ley debe tener un control en el
uso de la palabra en estas nuevas formas de relación verbal, por supuesto, sin
coartar la libertad de expresión, pero cuando lo que se dice o se escribe se
usa como insulto, injuria o calumnia, con falta de respeto y sin atenernos a
los más esenciales principios morales, educación o decoro, estamos incurriendo
en delitos que deben ser castigados por ley.
Es conveniente recordar que tanto
mayor es el daño causado cuanto más difusión se le da a la palabra, caso de las
redes sociales. La autoridad debe actuar de oficio y sin ambigüedades cuando se
constate un delito flagrante de atentado a la dignidad personal.
Son claras y evidentes las enormes
ventajas positivas que el uso de las nuevas tecnologías ha aportado a nuestro
sociedad, pero, precisamente por ello, por su importancia social y humana, al
escribir u opinar en este amplísimo espacio de comunicación, debemos hacerlo
con cuidado; con plena libertad, sí, pero siendo conscientes del correcto uso
de aquello que expresemos y difundimos, y, en todo caso sabiendo que existe,
para nuestra tranquilidad, una predisposición legislativa actuante en caso de
faltas o delitos por el uso incorrecto de las palabras en las redes sociales.