miércoles, 21 de junio de 2017

DE LOS CHIRINGUITOS A SAN JUAN Y VICEVERSA


 

Iba terminando el mes de mayo y los calores del verano madrugaban abriéndose paso entre alguna que otra brisa aliviadora del incipiente estío. De pronto, la noticia es vox populi por los mentideros caurienses. Se dice, se habla, se comenta que los chiringuitos del rio, léase del Paseo de la Isla (Ricardo González) no podrán montar, abrir, este año debido a una ley sobre zonas inundables. El gentío se alarma, las redes sociales se llenan de alegatos a favor de la apertura, e, incluso algunos pretenden promover una manifestación popular sobre el tema. Los afectados se reúnen con el sr. Alcalde, quien, parece ser, toma cartas en el asunto, el problema se soluciona y todo el mundo contento. Ya podemos tomarnos las birras fresquitas a la orilla de nuestro padre Alagón, o de deleitarnos en las noches estivales con los exquisitos pollos a la brasa, o cenar con los huevos al aire del Marleza. Lo cierto es que nos parecía impensable un verano en Coria sin los chiringuitos del Paseo, sin esas bajadas a la Isla después de toro de la tarde, sin esa vuelta por el ferial y esa cenita familiar, o de amigos, a la orilla del rio.

Y mientras todo esto ocurre, San Juan se acerca, como cada año, tras el Corpus, que sirve, con sus perrunillas, su ponche, sus programas y su proclamación de reina y damas, de puerta de entrada a la fiesta. Los caurienses preparan sus trajes sanjuaneros, las peñas ultiman detalles y los abanderados se encomienda al Santo, mientras van percibiendo por el estómago el cosquilleo, hormigueo, de los nervios previos a la fiesta.

Yo, un servidor de ustedes, como cada año, veré los toros desde la barrera. Tendré, si Dios quiere, el privilegio de contemplar, con emoción y expectación, el paso del encierro desde el balcón de mi amigo Julián, en la rúa de los Paños. Mi mirada, atenta, seguirá la carrera de los astados desde la Cava a las Cuatro Calles, con alguna que otra foto o video, vía móvil, en el trayecto; y después, quizá, bajaré al repleto vallado de la plaza para ver la salida del toro, hasta la segunda campanada. Daré, tal vez, alguna vuelta por la peñas para degustar las exquisitas viandas de nuestra tierra, con algún que otro vaso de ponche o gazpacho, mientras se percibe en el ambiente la emoción del toro en la calle. Y en la madrugada, de nuevo, desde el balcón de mi amigo Julián en la rúa de Los Paños, veré pasar la charanga en los minutos previos a la salida del encierro, agrupando jolgorios y alegrías que se acentúan, en la estrechez de la calle, al ritmo festivo de la música.

San Juan es tradición, fiesta, motivos de encuentros de caurienses, de corianos, de corianas, mayores y pequeños, presentes y ausentes. Días que remueven recuerdos de los que están y de los que se fueron. Perfil del alma de un pueblo lleno de historia, que refleja en el tiempo sabores y sentires ancestrales. Raíz de una emoción. Culto al toro. Alegría del toro y con el toro. Estampa noble en las calles antiguas de Coria, donde el respeto y la admiración se hermanan para ensalzar la bravura y la nobleza de este antiguo baluarte de los campos ibéricos.

Sin embargo, como cada año, pasaran los días de San Juan por la ciudad de Coria y seguirá el verano, como siempre, con un montón de grados a la espalda, incitando al agua para el refrigerio, vacaciones en la playa, noches de campo, búsquedas de sombras y piscinas naturales, ríos de sierra por los montes de Gata.

Y, nosotros, lo que seguimos por estos pagos, siempre tendremos a mano los chiringuitos del Paseo de la Isla (Ricardo González), montados y abiertos, gracias, tal vez, al sentido común, ese sentido que a veces está por encima de las propias leyes. Chiringuitos donde pasar del verano por un rato, tomándonos una birra fresquita a la sombra y a la brisa del río.