martes, 12 de diciembre de 2017

LA NAVIDAD DE AQUELLOS DIAS AZULES


 

La Navidad me retrae a los días azules de mi niñez, a la calle empedrada de mi Casillas natal, cuando el pueblo era algarabía de amaneceres, a mi hogar pequeñito, lleno de calor familiar, a aquella entrañable reunión de vecinos para cantar villancicos en la Nochebuena, al calor de la lumbre, a las migas de pan de tío Alberto, hechas con manteca, para “almorzar” el día de Navidad, a la misa del gallo en la Iglesia de mi pueblo, a aquel caballo de cartón el día de Reyes. A todo eso, y más, me recuerda la Navidad. En esos días azules de mi infancia, me enseñaron a compartir juguetes y alegrías, ilusiones y encuentros, y aquel gozo de vivir la inocencia.  

En este tiempo ya de mí avanzada madurez, aunque intento permanecer en aquel niño, vivir, todavía, en mi interior, aquellos días azules, contemplo la Navidad con la sonrisa gris de la indiferencia, como aquel que mira el amanecer de un paisaje cotidiano y frio.

Creo que hoy el mundo es el horizonte antagónico del verdadero sentido de la Navidad: la humildad, la sencillez, la solidaridad, el encuentro, el dejar a un lado todas las diferencias para darnos la mano y el corazón, mirar y ayudar al que sufre, al que no tiene pan ni abrigo, al que necesita un abrazo, o unas palabras de cariño; eso todo es la Navidad, o debería ser la Navidad. Y que bueno si esa Navidad no se limitara al compromiso de unos días, si no al de todo el año o al de toda una vida.

Pero como digo y creo, el mundo parece ir por otros derroteros. Levantamos fronteras, en lugar de derribarlas, ponemos piedras en el camino de la reconciliación y del entendimiento, crece el odio y las desigualdades, las guerras, el terrorismo, el egoísmo, la lucha de intereses.

Aquel pesebre de Belén fue una lugar sin luz, solo la claridad de la noche iluminaba el sencillo recinto, mientras María sobre las pajas, humildemente, paria a aquel niño que nos daría el ejemplo de amor más sublime de la historia de la humanidad. Hoy la Navidad se viste de escaparates atrayentes, de luces suntuosas que llenan, con exuberante iluminación las avenidas, las calles y las plazas de las ciudades. Hoy, en la Navidad, los medios de comunicación nos bombardean con propaganda consumista. A los niños se les enseña a pedir, a  Papa Noel  y a los Reyes Magos, el juguete más moderno y más caro. Y mientras, yo, iluso de mí, recuerdo, con nostalgia, aquel sencillo caballito de cartón que tanta ilusión me produjo, aquel humilde juguete que me hizo feliz y que tuve la inmensa suerte de compartir con mis amigos.

Navidad es alegría, sí, pero también compromiso de amor, y ahí debería empezar el cambio de este mundo equivocado, en una Navidad donde se derribaran las barreras del odio, las tensiones del egoísmo, las divisiones de intereses…  Siempre es buen momento para buscar una mesa-camilla familiar donde sentarnos a hablar para entendernos y reconciliarnos; y, tal vez, esta Navidad podría ser una buena oportunidad para ello.

Algunos dirán que todo esto es utopía, ingenuidad infantil irrealizable, sin embargo, yo seguiré pensando, que el día que perdamos la ingenuidad y la utopía, habremos perdido la batalla para intentar alcanzar un mundo mejor

Y mientras tanto, siempre nos quedaran aquellos días azules de la infancia. Feliz Navidad.