Extremadura gritará el día dieciocho
en Madrid la injusticia de su abandono. Nadie nos enseñó a avanzar con la rabia
en los dientes, nadie nos indicó el camino de una demanda firme y justa, solo
nos embargó la espera y el silencio de siglos, el conformismo crónico con
nuestra pobreza de pan y de ánimo, la humillación ante la injusticia. La
dependencia del poderoso ha estado siempre en nuestra tierra ligada a la
necesidad material de una supervivencia precaria y mendigante. Extremadura ha
sido y es una tierra sometida históricamente al desarraigo, victima indolente
de privilegios y leyes injustas que le arrebataron su tradicional medio de vida
y le impidieron avanzar hacia un verdadero desarrollo cultural y económico.
Desde que nuestros primitivos
ancestros, los vetones y lusitanos tuvieron que someterse, no sin digna
resistencia, a los designios de otras civilizaciones, pasando por los
privilegios reales a raíz de la reconquista, por las injustas desamortizaciones
de mediados de siglo XIX, que arrebataron a los extremeños los pocos medios de
vida de que disponían, por el ninguneo y abandono de Extremadura en el periodo
de desarrollo industrial del siglo pasado, que trajo como consecuencia la
terrible sangría de la emigración, hasta el momento actual en que continuamos
esperando pacientes el pago de nuestra deuda histórica, sometidos a seguir
siendo el vagón de cola del tren nacional, nuestra tierra ha sufrido un cúmulo
incesante de injusticias y agravios.
Pero, tal vez, haya llegado la hora
de abandonar nuestro silencio secular, nuestro conformismo, nuestra espera de
tiempos mejores, y salir al viento a gritar nuestras justas reivindicaciones, a
decir que esta tierra es rica, llena de futuro, pero que necesitamos trazar
caminos de progreso, infraestructuras para nuestro trabajo y para nuestras
riquezas, como el tren del siglo XXI que el pasado día dieciocho exigió
Extremadura en Madrid, en ese corazón de España, que ya es hora de que empiece
a producir algún latido para esta tierra. Pero, sobre todo, es la hora de los
políticos, de los que nos gobiernan, ellos tienen la obligación de recoger el
eco de este grito, la obligación de luchar, en nombre de Extremadura, por lo
que el pueblo extremeño está exigiendo: justicia para nuestra tierra, y
herramientas de futuro y progreso, para que ya nunca más volvamos a perder el
tren de la historia.
Creo que la
manifestación de Madrid el pasado día 18 debería haber sido, sobre todo, un
latido de reivindicación histórica. El tren, aunque importantísimo, puede ser
la excusa para que se oiga el grito del pueblo extremeño, silenciado durante
siglos. Empecemos por algo. Nos lo pide la memoria de nuestros antepasados,
condenados a vivir en la miseria y en la incultura por aquellos que les
arrebataron sus medios de vida e hicieron de la tierra extremeña el coto de
unos pocos. Bienvenida sea la voz de Extremadura en el centro de España, ya era
hora.