HAY VIDA MÁS ALLÁ DEL MOVIL
Hoy,
en que la edad nos lleva a ver la vida desde otra perspectiva más real,
contemplamos un panorama nada alentador. La revolución tecnológica ha cambiado
el mundo y las personas. A edades demasiado tempranas, los niños se encierran
en el mundo del móvil, limitando su mente infantil a un circuito cerrado,
evadiéndola de las sensaciones naturales
que la vida le ofrece.
Si
elegimos una de estas mañanas de otoño, para adentrarnos en el bullir cotidiano
de una gran ciudad, contemplaremos, ya sin sorpresa, la abstracción del
personal, pasando, como zombis, por las aceras; con la mirada hundida en la
pantalla del móvil, ajenos a todo lo que les rodea, a todo que no sea lo que le
ofrece la visión de su Smartphone
(otro anglicismos invasor), Es como una droga colectiva, necesaria para empezar
el día.
No pienso negar, Dios me libre, los avances positivos de las
nuevas tecnologías, redes sociales, internet, etc. Así como todos y cada uno de
sus progresos en la comunicación y su utilidad en la industria, en la economía,
en la producción, en la educación, el trabajo etc. Reconozco esa efectividad en
estos ámbitos, pero también creo que todo este avance material nos está
llevando a una profunda deshumanización, a una sensible degradación de nuestros
valores humanos, a una evidente apatía en nuestras relaciones sociales.
La mente de un niño es como una esponja que absorbe todo lo que
se le ofrece, es un papel en blanco, de ahí el encanto puro de esa personalidad
infantil. De nosotros depende llenar esa inocencia de bondad, de ilusión por la
vida, de aires limpios y horizontes abiertos. No debemos cortar ese tiempo en
que el niño debe descubrir su entorno, debe sorprenderse por todo lo que le
rodea, debe empezar a dudar, a hacerse y hacernos preguntas. La permisividad de unos padres, dejando a su
hijo pequeño pasar horas ante la pantalla de un móvil o una tablet, extasiado
ante imágenes y juegos, solo por el hecho de que les deje en paz por un tiempo,
me parece de una irresponsabilidad fuera de límites. El niño tiene que ver lo
que le rodea y no la irrealidad que le ofrece la pantalla de un móvil.
Salgamos de nuevo a la vida, levantemos la mirada, no olvidemos
el sonido cálido de las palabras compartidas. Hay paisajes que merece la pena
contemplar.
No estaría mal la prohibición del móvil en esos acontecimientos
sociales en el que la tentación de su uso nos impide una relación correcta y
afectiva. No estaría mal fomentar talleres de juegos infantiles tradicionales
para que los niños vuelvan a jugar en las calles y en las plazas de nuestros pueblos, para que sientan y vivan
aquellas sensaciones de ilusión y alegría de la añorada escuela de nuestra
infancia, para que empiecen y empecemos a descubrir que hay otra vida más allá
del móvil.