lunes, 15 de febrero de 2016

EL ALMA DEL CAMPO.-Ruta Aceña de Tio Amancio: 13-02-2016



La mañana invita al paseo, el ambiente es cálido, el cielo gris oculta el sol, a veces, las nubes dejan caer una sencilla, apacible y tímida lluvia, una impaciente brisa acaricia la piel, y el verde tapiz del paisaje, salpicado de flores, viste el entorno de una grata semblanza primaveral. Salgo, desde Pescueza, por el Camino de Casillas, paso las Cuatro Callejas y cruzo, por el Puente, el Arroyo Torruco (o Pilambres) dejando atrás las antiguas y familiares paredes de pizarra. Bajo por el camino del rio, entre Chamorro y Juan de Gata, custodiado de jaras y encinas. Al llegar a la altura del “Bebeeru las bestias” me detengo a disfrutar de la contemplación, aescuchar los ecos del silencio: el rumor del agua entre los peñascales del Canchalón, el sonido quejumbroso del viento entre las retamas, el trino amoroso de los pájaros, con sus diferentes tonalidades musicales. Las jaras nos ofrecen sus incipientes flores blancas
y en la ladera verde del encinar unas vacas retintas pacen, lentas y tranquilas, sobre la fresca hierba invernal . Junto a las orillas del arroyo aprecio huellas recientes de jabalíes, que, seguro, bajaron a beber durante la noche y, ya, en el rio, como siempre, la Aceña, y la casa del molinero, y el bohigo, y la pesquera, y el amarre de la maroma para la barca: armonía de la piedra, impasible al tiempo. Todo igual que siempre; tan solo el agua es diferente a cada instante; como la misma vida, llega, pasa, se aleja, y no vuelve jamás. El regreso es una excusa para sentir, de nuevo, las mismas sensaciones: la emoción de un encuentro edénico, sublime e inolvidable con el alma de la madre naturaleza, el retorno a unos viejos y familiares paisajes que nunca dejaran de sorprendernos.

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